Contra punto
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- 27 jul 2020
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¿Realmente funcionará la guerra contra la comida chatarra?
Por Levi Cruz
Es bien sabido que, desde antes que llegara la Covid-19 a nuestras vidas, los problemas de enfermedades crónico-degenerativas, como la diabetes, obesidad e hipertensión arterial ya eran un problema en la vida de miles de mexicanos. Sin embargo, al saber que este sector en específico es más propenso a contagiarse del nuevo coronavirus, es cuando se decide tomarse en serio la cruzada contra los malos hábitos que desembocan en estos padecimientos; no obstante la lucha ha llegado demasiado tarde ya que estos estilos de vida ya viven arraigados en el día a día de varias personas.

Foto: Cuartooscuro
Sólo hace falta observar como la diversidad de padres que existen en nuestro país eligen llevar un refresco a la mesa para comer, o darles a sus hijos dinero para que compren en la escuela lo que ellos quieran sin antes educarlos en un buen hábito alimenticio. O peor aún, en darles como premio algún alimento poco nutritivo que refuerce la idea que el bien comer es malo y la charra es buena.
Desde pequeños, observamos que estamos expuestos a la comida chatarra todo el tiempo, desde los hogares hasta las escuelas. Y no fue sino hasta el año de 2014, que la ley prohíbe la venta de esta comida en las escuelas, desde nivel básico hasta el nivel superior. Sin embargo, el Poder Consumidor y la Red de Derechos de la Infancia en México revelaron, en 2019, que el 98% de las escuelas continúan vendiendo esta comida a pesar de que está prohibido.
A pesar de que los vendedores de alimentos saben que está prohibido vender este tipo de comida, la pregunta es ¿por qué lo siguen haciendo? Y la respuesta es sencilla, porque se sigue comprando. Sin importar el nivel académico, el consumo de estos productos alimenticios continua en aumento ya que es de rápida, llenadora y apetecible; mientras que la comida sana requiere de preparación, baja en calorías y lejana de ser rica.
Aunque diversas campañas en México y el mundo no han pasado inadvertidas, nuestro país parece tomar una medida drástica contra el enemigo silencioso: el etiquetado de alimentos que advierten sobre su consumo. Pero esto de poco o nada funcionará, y la razón es simple, porque esta comida se ha convertido en una adicción.
Según el ganador del premio Pulitzer en 2010, Michael Moss, los alimentos con alta concentración de azúcar, de grasa y sal generan el mismo efecto de dependencia hacia estos tal y como lo haría la cocaína, ¿y me permito preguntarle si esto no es grave?
Es lamentable tratar de dar un giro precipitado de 180 grados al timón cuando una nueva enfermedad llega hasta la puerta de nuestras casas. Es preocupante el esperar, tanto de autoridades como de la sociedad, cambiar un estilo de vida tan arraigado sólo para no ser víctimas de este virus. Es lamentable que algo tan pequeño atente contra las vidas de multitud de personas para intentar cambiar un hábito que está tan arraigado, que una vez terminada la crisis sanitaria, se volverá a el nuevamente como algunos adictos a las drogas. Es lamentable.
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