Ya no basta con informar, ahora hay que desmentir
- Nota a nota
- 22 jul 2020
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Por Levi Cruz
El trabajo del comunicador ya no basta con sólo servir a la sociedad como un traductor de la información, con llevar los datos de los acontecimientos nacionales e internacionales; sino que ahora, se le ha agregado una nueva misión en su labor: el de combatir y desmentir a un virus de mayor letalidad que cualquier otro en el mundo, y este es la desinformación o manipulación de los hechos que giran en torno a las personas.

Antaño, las población solía informarse a través de los medios tradicionales, sea la prensa, radio o televisión; sin embargo, la credibilidad de estos se ha visto mermada con el paso del tiempo, debido a que los actores de la sociedad se han percatado que el tratamiento de la información suele estar manipulada o pretende encubrir o enzarzar diferentes puntos de vista de las realidades mediáticas, y que sólo buscan el beneficio de ciertos grupos de individuos.
Ante tales acontecimientos, la población busca un nuevo espacio que responda como alternativa a los medios ya establecidos, un lugar donde la información tenga un tratamiento más cercano a la gente. La respuesta a esta incógnita llegó de la mano junto con la tecnología, abriendo lugar a pasos agigantados a las redes sociales; no obstante, estos lugares virtuales carecen de la verificación de las fuentes, dando cabida a que cualquier individuo hablé sin tener certeza de sus palabras y dónde cualquier persona ejerza de periodista.
Es difícil ubicar en un contexto histórico la llegada de las tan afamadas fake news, pero un ejemplo que engloba todo lo que se pretende exponer, es una frase que fue pronunciada por el jefe de propaganda de Adolf Hitler en el tercer Reich, me refiero a Joseph Goebbels:
“Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
Con esto en mente, nos remontamos a la antigua Roma, donde la historia nos sitúa en los primeros registros de las guerras de desinformación que existieron y de las que se tiene registro. Pero estas tácticas no sólo se quedaron ahí, ya que en nuestra época contemporánea se utilizan cada vez con mayor frecuencia.
Siempre ha existido desinformación y fake news a través de la historia. Pero fue en el siglo XIX donde una noticia falsa logró escalar y posicionarse en los periódicos americanos, específicamente en el diario neoyorquino “The Sun” en el año 1835.
Dicha noticia versaba sobre la existencia de seres “extraterrestres” habitando la luna. Ante este hecho, las personas comenzaron a hacer un gran revuelo, y se especula que la sociedad norteamericana cayó bajo el pánico gracias a tres factores que estaban presentes en aquel entonces: la aparición de las prensas de alta capacidad, la caída del precio de los periódicos y los nuevos medios de transporte (estos últimos superaban a la antigua forma de entregar los diarios que eran mediante caballos).
Estos tres factores coadyubaron a la rápida propagación de la información a través de la prensa, además, que la noticia estuviera puesta en un diario fomentó la credibilidad de lo allí escrito para darse por hecho que hubiese seres de otros mundos habitando en nuestro satélite natural.
Sin embargo, no es necesario ir demasiado atrás en el tiempo para darnos cuenta de que este fenómeno ha estado presente en nuestra realidad todo el tiempo. Es importante mencionar, que el auge de la desinformación en México vino en 2017 con los dos sismos que azotaron al país. Desde entonces, cada suceso importante viene acompañado de este mal: las elecciones presidenciales del 2018, y ahora, la pandemia del virus SARS-CoV-II.
Periodismo de calidad
Ante la ola de desinformación que cada día crece sin mesura, los profesionales de la comunicación se enfrentan a retos cada día más difíciles. Y es que hoy ya no basta con llevar la información recién salida del horno, con escribir en el periódico los acontecimientos más relevantes, con pararse frente a una cámara y hablar sobre las noticias que resulten de mayor interés al público. Hoy en día eso ya no basta.
Al profesional de la información se le ha agregado una nueva tarea: el de combatir a la desinformación. Y esto se logra haciendo periodismo de calidad.
Llevar al periodismo a un nivel óptimo es difícil, ya que hacerlo de calidad no sólo se logra con la experiencia, sino que se nace con ella. Es respetar al lector con los datos que estás mostrando, que ellos sientan que es confiable lo que en el medio se muestra. Y para esto, dice Ricardo Roa, editor general adjunto del diario “El Clarín” en Argentina: “es necesario darle tiempo al periodista para contraste las notas y los datos que le van llegado, darle ese momento de profundizar en un mar de información”.
Pero el fin de la información falsa que circula por todos lados no sólo tiene el propósito de desinformar a la gente, sino también el de envenenar a la población, pues estas causan un daño a la moral de un individuo o institución, ya que atentan contra su reputación, vida privada, honorabilidad, etc., pero especialmente, se atenta contra el periodismo.
Por eso, suponen un reto para el mismo. Se hace más necesaria la intervención del buen periodista más que nunca y legitimar su papel en una sociedad democrática, contribuyendo a que se forme su propia opinión basada en hechos reales y verificables, sólo así se logrará el periodismo de calidad.
La crisis de credibilidad
Más allá que pensar que la crisis a la que se enfrenta el periodismo se debe a la rápida propagación de esta en diversos medios, principalmente internet; se debe a otras otros factores. Visto desde un punto de vista objetivo, la pérdida de credibilidad a la que se enfrentan diversos medios de comunicación radica más bien en una combinación de causas hasta cierto punto perversas.
Por un lado, existen periodistas y medios que trabajan sin tener en cuenta la ética de esta profesión; todo con el fin de ganar la primicia noticiosa a la misma velocidad que no se contrasta la información, no se revisan las fuentes o contrapuntea la evidencia.
Por otro lado, se encuentra la sobre abundancia de información en medios informativos digitales que no hacen otra cosa sino ser carentes en contexto y rigurosidad, lo cual conlleva a deducir que sólo buscan generar visitas en sus propios sitios y así obtener ganancias.
Así mismo, el estudio realizado por Digital News Report del Instituto Reuters y la Universidad de Oxford, reveló que siete de cada diez personas consideran que los medios de comunicación están más preocupados por ganar audiencia y apoyar a grupos políticos, que por informar con veracidad, profundidad e imparcialidad.
Aunado a lo anterior, también está la poca disposición de los directivos de los medios a invertir más en los proyectos de investigación periodísticos para profundizar mejor en algunos temas de relevancia nacional. El resultado de esto sólo provoca que el periodismo no sea de calidad suficiente para el público.
El estudio “Confianza en las instituciones 2018” de Consulta Mitofsky reveló que los mexicanos confían igual en los medios de comunicación que en las redes sociales. Y esto es perturbador si consideramos que diversas páginas de redes sociales no tiene manera de confirmar sus publicaciones, no existe garantía de información verificada y contrastada.
Si consideramos que la confianza es un valor equivalente a credibilidad, es entonces que observamos que los medios ya no tienen la confianza de las personas como antes, ya que diversos factores los han llevado a perderla. Ante este hecho, la sociedad busca espacios dónde encontrar esa información; sin embargo, las personas se sienten atraídas a estos espacios más allá de si son verídicos los datos presentados, pues sólo se busca la reafirmación de sus creencias ante ciertas posturas ideológicas que así convengan.
El papel del comunicador debe ser firme en tiempos de crisis, debe denunciar la realidad de forma clara, y con datos la desinformación que los tiempos difíciles traen consigo. Pero también se debe ser autocríticos, y examinar el porqué se ha permitido que la desinformación tenga un peso similar al trabajo periodístico.
Los medios tienen que reforzar los controles, verificando los hechos, las declaraciones y, sobre todo, el origen de la información. Sólo así, el comunicador logrará sacar adelanta los tiempos complidos por los que se atraviesa, ya que la verdad nos hará libres.
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